
La semana pasada El País publicó este fotoreportaje de Julián Rojas dentro de un especial de las elecciones andaluzas.
Poco hay que decir, dado que las fotos son reales, y además ha tenido la deferencia de no reflejar tan solo las miserias del campo almeriense, también muestra la diversidad en la salida de un colegio o el trabajo de una asociación para la inclusión social de estas personas.
Sin embargo no nos parece justo que, en el breve texto que acompaña al fotoreportaje, diga que estas personas viven rozando la esclavitud.
Como ya hemos dicho en este blog, por desgracia es una realidad que en nuestra provincia, como en muchas otras, se pueden encontrar personas viviendo en condiciones lamentables. Ahora, decir que rozan la esclavitud es volver a culpar a los agricultores almerienses del problema. Estas personas viven en situación de pobreza y exclusión, pero pretender hacer responsables de esta situación a los agricultores, en una ciudad situada en la frontera más desigual del mundo es tremendamente injusto.
Al día siguiente de su publicación el país complementó esta publicación con un reportaje de María Martín que tenemos que decir que es mucho más completo y cuidado que cualquier publicación de las que hayamos leído nunca sobre El Ejido, ofreciendo información sobre la mejora de la convivencia a lo largo de los años, problemas de racismo (algo en lo que, por desgracia, no somos genuinos) y hablando de responsabilidades ajenas a nuestro sector. Esto no significa que estemos de acuerdo con todo lo que dice el reportaje, especialmente cuando habla de “las trampas de los empresarios al contratar extranjeros”, una denuncia de CCOO. La ley y los controles ya son lo suficientemente contundentes con los empresarios que, en este sector como en otros muchos, se arriesgan a contratar a una persona de forma irregular. Hablar de un fraude millonario cuando hablamos de un modelo de agricultura familiar suena un poco a ciencia ficción.
Nos gustaría terminar reproduciendo un párrafo del artículo de María Martín:
“Cambio revolucionario
El cambio, mantienen los implicados, ha sido revolucionario. “Hace siete años era raro que las niñas marroquíes fuesen a la universidad y no se titulaba ningún alumno inmigrante. Hoy, más de la mitad de los titulados son extranjeros”, cuenta Pedro Lozano, director del premiado instituto Francisco Montoya que tiene un 65% del alumnado extranjero de 14 nacionalidades. “Fuimos por delante de la Administración y apostamos por un proyecto educativo basado en la convivencia. Aún tenemos reacciones racistas de algunos padres, pero son puntuales”.”