
La semana pasada la agricultura almeriense volvió a sufrir un ataque desde un medio extranjero, con un video, que no se atreve a firmar ningún periodista, que muestra imágenes ciertas con testimonios con los que podemos estar más o menos de acuerdo, y como siempre dando informaciones falsas y sacando conclusiones erróneas
DW es un medio alemán que publica en varios idiomas, así que podemos ver el vídeo en castellano en este enlace.
Antes de empezar a ver el vídeo puedes leer un texto que ya empieza mal: eso de definir Almería como un solo invernadero suponemos que es metafórico, pero no hace justicia al modelo de agricultura familiar que nos caracteriza. El campo almeriense da trabajo a 100.000 personas y es rotundamente falso que la mayoría de estas personas seamos inmigrantes indocumentados. Es lo contrario: la gran mayoría de personas que trabajan en la agricultura almeriense lo hace de forma legal. Como pasa en otros sectores, algunos empresarios se arriesgan a contratar de forma ilegal, y es responsabilidad de la administración detectar y sancionar estas prácticas. Nosotros no pretendemos defender a quien no cumple con la ley, tan solo denunciamos las desinformaciones continuas que se publican sobre nuestra agricultura.
Empieza el vídeo y volvemos a leer que aquí se trabaja en condiciones laborales de esclavitud, algo que es rotundamente falso. En nuestra empresa, como en otras muchas del campo almeriense, no solo se contrata bajo el convenio del campo, si no que de forma voluntaria nos sometemos a las auditorías de la norma GRASP, un módulo de GLOBAL GAP que certifica las buenas prácticas sociales en nuestra finca. Pero claro, acompañar una falacia con un testimonio real le da mucha credibilidad. Hablemos ahora de este primer testimonio.
Almería es una ciudad situada a pocos kilómetros de la costa africana, y desgraciadamente es posible encontrar asentamientos de personas viviendo en unas condiciones lamentables, pero culpar a la agricultura almeriense de la desigualdad social en la frontera más desigual del mundo es tremendamente injusto. Estas personas vienen huyendo de sus países de origen, ricos en recursos que son expoliados por aquellos que más tienen, se encuentran con que tienen que demostrar haber vivido en España de forma continuada durante 3 años para poder solicitar un permiso de trabajo, y resulta que la culpa de que existan asentamientos, o que esta persona pueda soportar su vida solo gracias a los porros, la tenemos los agricultores almerienses. Vivimos una crisis humanitaria global que debe ser abordada desde las diferentes administraciones, empezando por la UE, de forma urgente para que todos podamos volver a pensar que somos humanos y no bestias. Pero no, los responsables no somos nosotros. La agricultura almeriense es la base de la convivencia de las más de 110 nacionalidades que viven hoy en la provincia y que se puede ver dando un simple paseo por El Ejido, algo que rara vez hacen este tipo de reportajes. Porque se pueden encontrar asentamientos, pero también se pueden encontrar a miles de familias de diferentes nacionalidades que han conseguido integrarse en Almería desde hace años, y a las que les debemos que la educación pública de la zona sea un crisol de culturas.
Un ejemplo claro es Evans Nugmertey, autor del siguiente testimonio del vídeo. Una persona que se encuentra trabajando en un invernadero en el momento de la entrevista, joven, con acento almeriense, que habla de las personas que llegan de África a Almería en tercera persona, y que con toda probabilidad es un almeriense que está trabajando con su contrato en un invernadero, como pasa la gran mayoría de las veces.
Volvemos al primer protagonista del vídeo, Ismail Ayaman se llama, que dice que los jefes de los invernaderos son las organizaciones criminales, porque gastan millones en construir un invernadero y no puede gastarse algo para construir una casa para que las personas que vivan en él vivan dignamente. Bueno, para empezar hay que decir que muchos agricultores sí tienen una pequeña construcción al lado de su invernadero que a veces ofrecen como vivienda. Hay que reconocer que es cierto que la construcción de un invernadero es muy cara, y que los agricultores la pagan a lo largo de toda una vida, como pasa con una hipoteca. Ahora, nuestra obligación es ofrecer trabajo legal y digno, pero estarán de acuerdo en que, otra vez, la responsabilidad de la vivienda digna de las personas que huyen de la pobreza no puede recaer en los agricultores almerienses.
El último testimonio nos encanta, porque es de un agricultor llamado Tobías Über, una muestra viviente de que una persona extranjera puede prosperar en Almería tanto como para llegar a tener su propio negocio, y que habla de un problema real: si te pagan mal el género, tienes que buscar un camino para ganar dinero tú.
La agricultura almeriense a penas está subvencionada (ni pretendemos que así sea) y está fuertemente sujeta a la ley de la oferta y la demanda. Eso hace que los agricultores muchas veces se enfrenten a varios años de pérdidas, y quizás haya que reflexionar sobre este problema de una forma global, no solo desde el campo, si no desde las subastas de las alhóndigas, desde la gran distribución, desde las administraciones y también desde el punto de venta.